A favor de la okupación pacífica

David Val Palao | Para Kaos en la Red
Tras este amplio reportaje, mi conclusión es clara: sí a la okupación con cabeza. Sí a la okupación pacífica. Sí a los centros sociales autogestionados. Hoy toca tema polémico. Hace un par de meses hubo revolución en mi barrio. A pocas calles de mi casa, un grupo de unos 25 jóvenes había “okupado” el antiguo mercado de Puerta Bonita de Carabanchel. Su intención: crear un centro social autogestionado que revitalizara el barrio.


Esta edificación, abierta en 1963, está cerrada desde abril de 2008, cuando se obligó a los comerciantes que quedaban a instalarse, después de pagar una alta suma, en el nuevo mercado de Puerta Bonita situado en el Palacio de Vistalegre, junto al Corte Inglés y el Hipercor. Hace unos meses, y ante los intentos de ocupación, el Ayuntamiento, propietario del antiguo inmueble, decidió tapiar la puerta de acceso y gran parte de los departamentos comerciales para que no se pudiera acceder al edificio. Tanto que, tras esta última ocupación, los jóvenes se encontraron con “dos de las tres plantas del mercado abarrotadas de escombros y con las paredes destrozadas”. Pero, ¿por qué han entrado? “Tras tanto tiempo en completo abandono, y teniendo en cuenta las incumplidas promesas que el Ayuntamiento ha hecho acerca del futuro ‘social’ de este inmueble, hemos decidido reabrirlo a través de la expropiación”, explica la asamblea okupa en un comunicado.

Además, como ya he comentado más arriba, los ‘okupas’ denuncian que para poder trasladarse al nuevo mercado, los vendedores tuvieron que pagar una gran cantidad de dinero, y por ello “ni la mitad de los antiguos puestos se mantienen en Vistalegre”. “Mucha gente perdió no sólo su trabajo, sino un lugar en su historia familiar, ya que los puestos llevaban alrededor de 30 años establecidos en este lugar”, concluyen.

Pues bien, el 9 de diciembre, apenas un mes después de la okupación, el Ayuntamiento dejó una nota en el mercado donde se les instaba a desalojar el local en un máximo de ocho días. El antiguo mercado estaba siendo limpiado, rehabilitado y acondicionado para poder desarrollar actividades sociales, y de hecho mucha gente del barrio se había acercado para informarse e incluso para ver en qué podían ayudar. Aunque hoy siguen en el local, apenas han podido dar comienzo a su iniciativa ante las presiones a las que están siendo sometidos.

Pincha aquí  para leer el comunicado que leyeron a los vecinos

Unas calles más arriba, se encuentra el centro social okupado autogestionado La Gatonera. En enero de 2008, “como respuesta a la represión contra el movimiento okupa en Madrid, varios jóvenes de Carabanchel decidimos aportar nuestro granito de arena al movimiento okupando un edificio en desuso desde hace 15 años”. Además, rehabilitaron el edificio, lo limpiaron y lo recuperaron como “espacio liberado y alternativo para todos los vecinos del barrio, habilitando una biblioteca, talleres, proyecciones, charlas... desde una visión anticapitalista y autogestionada”.


Hoy, tres años después de la exitosa apertura de La Gatonera, y tras acudir varias veces al local para ver conciertos o participar en charlas y conferencias, puedo asegurar que este centro social okupado se ha convertido en todo un referente social en el barrio. Organizan talleres de manualidades, de música, de defensa personal, de pintura... Presentan libros, proyectan cortos y documentales, organizan comidas vecinales y cuentacuentos e incluso ayudan a los más pequeños del barrio con sus tareas del colegio. Además, potencian perfectamente esa biblioteca social y, por ejemplo, reparten libros de texto para el colegio entre aquellas familias más necesitadas, gracias a la cesión desinteresada de este material por parte de familias con niños más mayores.

Con estos breves ejemplos sólo quiero que os hagáis una pregunta, ¿es tan malo el movimiento okupa como nos intentan hacer creer instituciones y medios de comunicación?

El movimiento okupa es una subcultura surgida entre los años 60’ y 70’, pero que tomó fuerza en la década de 1980. En España creció debido a la demanda de vivienda que se había generado por la afluencia de la población rural hacia las ciudades.

Con estas “okupaciones” de viviendas y locales abandonados pretenden denunciar las dificultades sociales y económicas que tienen los ciudadanos, especialmente los jóvenes, para acceder a una  vivienda. Algo que, irónicamente, se recoge como derecho fundamental de los españoles según el artículo 47 de la Constitución: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación”. Pues menos mal. Creo que una de las cosas en las que menos ha trabajado este Estado en los últimos 20 años ha sido en frenar la abusiva especulación del suelo. 

Aunque en un principio la ideología de esta subcultura se apoyó en el anarquismo y el punk, en los últimos años ha evolucionado hacia teorías como la igualdad social, el ecologismo, el antiimperialismo, el antifascismo o la defensa de los derechos de los trabajadores. En resumen, el movimiento okupa se resume en necesidad más protesta política. ¿Y por qué es tan perseguido? ¿Quizá porque atenta contra la propiedad privada que es el más básico de los pilares del sistema capitalista? El movimiento okupa lucha por una propiedad más repartida dando así un uso social a los locales ocupados. No se lucha por un beneficio propio ni con intereses lucrativos, sino que se reivindica un derecho de todos: el de la vivienda. Para los okupas, la democracia es un sistema infinito, que debe crecer, avanzar y transformarse.
 
Aunque Madrid tiene gran cantidad de centros okupados, Barcelona es la capital del movimiento okupa en nuestro país. Sin duda, muchos de vosotros recordaréis el violento desalojo al que fueron sometidos por la Policía los okupas del antiguo cine Princesa en 1996. El documental que cierra este reportaje, comienza con un amplio resumen de lo que fue aquella lucha campal entre okupas y fuerzas de la policía. Impresionante. El ostentoso despliegue obligó a cortar el tráfico en la céntrica Via Laietana donde estaba ubicado el antiguo cine y en el que hoy se levanta un moderno edificio de oficinas alquilado en parte por la Administración catalana. La espectacularidad del desalojo y la desproporción de los medios utilizados por los agentes antidisturbios provocó una corriente social y popular favorable al movimiento okupa  y desencadenó una serie de multitudinarias manifestaciones, donde participaron gran parte de los vecinos del barrio, algunas de las cuales terminaron violentamente.

¿Y sabéis qué? En 2003, la Audiencia de Barcelona absolvió a los 40 okupas detenidos esa noche porque la orden de desalojo la dictó un juzgado penal cuando debería haberlo hecho uno civil. Además, el edificio fue ocupado por los jóvenes seis meses antes de la entrada en vigor del nuevo código penal, cuando la ocupación pacífica de un recinto no era considerada un delito. Pues bien, hoy en Barcelona hay entre 70.000 y 80.000 viviendas vacías. De éstas, sólo están ocupadas el 0,08 por ciento. Es decir, entre 60 y 70. Y yo me pregunto, ¿por qué tratan a esos okupas como el problema y obvian el verdadero problema que tiene este país con el tema de la especulación del suelo y las viviendas vacías?

El diario Público, ofreció ayer un reportaje en el que asegura que el 50% de los pisos ocupados en Madrid en las últimas décadas “permanecen abandonados por sus dueños una vez que un juez ordenara el desalojo”. Aun así, hay administraciones que están tomando medidas contra los especuladores. Es el caso de Euskadi, que en su anteproyecto de ley de vivienda regula las casas desocupadas. “Los ayuntamientos podrán exigir a los dueños de inmuebles deshabitados durante más de dos años un canon anual”, recoge el texto.

Como bien recoge Público, el conflicto se agita cuando el acusado de especulación es la propia Administración. El Ayuntamiento de Madrid adquirió en 1991 un edificio en el número 20 de la calle Corredera Baja de San Pablo  para uso ciudadano, como espacio social o como vivienda pública.  Durante 20 años se esforzó en desalojar a cada vecino. Este edificio fue puesto en venta por diez millones de euros. La crisis ha obligado a bajarlo a cinco. Ni rastro de la vieja intención de adquisición para los vecinos. "Se trata de uso de dinero público para el disfrute económico de una empresa pública o privada", analiza Miguel Ángel Martínez, sociólogo de la Complutense. El colectivo Patio Maravillas entró por la puerta a este abandonado inmueble el pasado 5 de enero. "Queremos hacer un centro de investigación de lo público. Estamos sufriendo un expolio de la propiedad pública", explica Javier, uno de los activistas. Para llevar a cabo su proyecto, han contactado con ONG, asociaciones e incluso concejales.

El Patio Maravillas es la versión más social del movimiento  okupa. Su objetivo es denunciar la especulación y reclamar más servicios ciudadanos. Hace justo un año fueron desalojados  del abandonado edificio del número 8 de la calle del Acuerdo, propiedad de la inmobiliaria Grupo 2 Reunidos S. L., cuyo presidente es Leopoldo Arnaiz, diseñador del plan general de ordenación urbana de Boadilla del Monte, y citado en una denuncia del  caso Gürtel. Tras el desalojo, los activistas anticapitalistas del Patio Maravillas se mudaron a dos céntricos inmuebles del ayuntamiento también abandonados.

Uno de esos espacios donde los okupas desarrollan actividades vecinales está situado en el número 21 de la calle del Pez y es propiedad de la inmobiliaria Procasa Promociones y obras S.A. desde 2006, cuando fue comprado a los herederos del marques de Murrieta Julián de Olivares y Bruguera por 11 millones de euros.  Hasta la llegada del Patio Maravillas,  hace justo un año, Procasa asociada en negocios inmobliarios con el imputado de la  Gürtel  Jacobo Gordon mantenía la casa abandonada.

El ejemplo de Roma

Como sabéis, hace cuatro años estuve de Erasmus en Roma. Allí, los centros sociales okupados y autogestionados están a la orden del día y son respetados por la administración pública y la autoridad competente. Espacios como el Forte Prenestino, okupado desde 1986, se han convertido en referentes de la actividad política y social de la ciudad. La autofinanciación es la única forma económica que ha sostenido y sostiene el centro social, situado en un antiguo fuerte militar del siglo XIX de más de 13 hectáreas. Para ello, centros okupados como el Fuerte Prenestino, el Villaggio Globale o la Intifada organizan actividades diariamente que atraen a cientos de personas. Tienen salas de conciertos, de cine, de teatro, laboratorios de serigrafía y diseño, de escultura y xilografía, de fotografía, gimnasio, salas de estudio, locales de ensayo para grupos, estudios de grabación, bares, discotecas...

Es decir, que estos centros sociales van mucho más allá de lo que significan en nuestro país. Recuerdo que el Villaggio Globale estaba franqueado por un inmenso parque lleno de mesas, árboles... donde podías sentarte cómodamente a hablar con los amigos, amén de varias salas con diferentes estilos de música, conciertos en directo... Además, en estos 20 años de historia de los centros sociales en Roma, su evolución ha sido constante. Algunos incluso han abandonado la autogestión por falta de recursos y han aceptado ayudas del Ayuntamiento para poder subsistir. Otros son subvencionados por partidos políticos... Es decir, que en vez de perseguir a estos okupas, se les ha apoyado y ayudado en la medida en que ellos han aceptado, pues cabe recordar que el primer objetivo de estos activistas es la autogestión del local okupado. Aun así, la Administración, entendiendo que su labor es muy provechosa y beneficiosa para la sociedad, ha optado por el apoyo y no por la persecución.

Tras este amplio reportaje, mi conclusión es clara: sí a la okupación con cabeza. Sí a la okupación pacífica. Si la única forma de contar en un barrio o ciudad con centros sociales tan activos como Patio Maravillas y el Ayuntamiento no es capaz de proporcionar medidas, ¿por qué no hacer uso de la okupación no violenta de un local? Ojalá alguna vez nuestros políticos vean aquí la solución y no el problema. Roma es el ejemplo.


http://davidvalpalao.blogspot.com/

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