La Institución Libre de Enseñanza

La Institución Libre de Enseñanza fue creada en 1876 por Joaquín Costa, Gumersindo de Azcárate, Francisco Giner de los Ríos, Hermenegildo Giner de los Ríos y Nicolás Salmerón. Tenía una orientación liberal y su objetivo principal era la formación de un alumnado según unos criterios que no ofrecía la educación oficial en ese momento.





Francisco Giner de los Ríos es un nombre que va indisolublemente unido a la Institución Libre de Enseñanza, a la que dedicó toda su vida y de la que fue el creador, el padre y el alma. La Institución no hubiera sido posible sin su genial personalidad, que arrancó en gran parte de la herencia que recibió de Sanz del Río: una filosofía sistemática, una moral laica que desarrollaba hasta límites insospechados la conciencia individual y la convicción de que todos los problemas del momento se reducían al problema educativo. De ahí que basase su pedagogía en el krausismo .

En la institución se defendía la educación laica y liberal, en la que se protegía tanto la libertad de ciencia como la libertad de cátedra. En el entorno de esta institución se formó gran parte de la intelectualidad española de fines del XIX y de la primera mitad del siglo XX. Así, en sus Estatutos se determinaba: “La Institución establecerá, según lo permitan las circunstancias y los medios de que pueda disponer: 1º Estudios de cultura general (o de segunda enseñanza) y profesionales, con los efectos académicos que les conceden las leyes del Estado. 2º Estudios superiores científicos. 3º Conferencias y cursos breves de carácter ya científico, ya popular. 4º Una biblioteca y los gabinetes dotados del material correspondiente. 5º Un boletín para publicar sus documentos oficiales y trabajos científicos. 6º Concursos y premios y cuanto contribuya a promover la cultura general y sus propios fines”.

Boletín de la Institución Libre de EnseñanzaLa elección de los profesores fue un tema que preocupó a Giner durante toda su vida, pues estaba convencido de que una de las causas del pésimo estado de la enseñanza española radicaba en el sistema de oposiciones. Por ello, el artículo 18 regulaba las condiciones exigibles a todo futuro profesor en los términos siguientes: “En el nombramiento de los profesores de la Institución se atenderá en primer término a su vocación, a la severidad y probidad de su conducta y a sus dotes de investigadores y expositores”.

El ideario del centro, expresado en el artículo 15 y reproducido junto a la cabecera del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza en todos sus números, era claro y tajante en el reconocimiento de la libertad de cátedra: “La Institución Libre de Enseñanza es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político; proclamando tan sólo el principio de la libertad e inviolabilidad de la ciencia, y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la de la propia conciencia del profesor, único responsable de sus doctrinas”.

La Institución Libre de Enseñanza inició su andadura el 29 de septiembre de 1876 como academia de segunda enseñanza y de enseñanza superior. El cuadro de las asignaturas estaba calcado del modelo de la enseñanza oficial. Los estudios de segunda enseñanza estaban incorporados al Instituto de San Isidro y los superiores a la Universidad Central. Los que cursaban estas enseñanzas en la Institución tenían luego que examinarse ante tribunales en los centros de los que dependían, de aquí que tanto el método como el plan de las asignaturas no podían diferir mucho de lo enseñado en los centros oficiales. Los alumnos de la Institución nunca fueron muchos. Así, la media de alumnos podía situarse en torno a 165 por curso.

La Institución Libre de Enseñanza se basaba en una serie de principios:

De acuerdo con el pensamiento krausista en general, había que ayudar al alumno a su propia formación como persona libre por medio de una educación conveniente y adecuada, e inculcarle las formas y criterios para su movilidad en la sociedad en que vive, para sólo posteriormente instruirle en los saberes determinados y concretos.

El segundo principio, directamente deducido del anterior, es el de la exigencia de una educación activa. Para educar en la actividad se hace necesario motivar al niño por medio del método socrático y a través de la intuición. Porque la intuición desarrolla la espontaneidad y la creatividad del alumno, convirtiéndole de sujeto pasivo en sujeto investigador, porque el método intuitivo rompe los moldes del espíritu sectario, exige del discípulo que piense y reflexione por sí mismo, que investigue, que arguya, que cuestione, que intente, que dude, que despliegue las alas del espíritu.

En tercer lugar se encuentra la educación integral. Este principio responde al hondo deseo del pensamiento antropológico krausista expuesto como ideal de la humanidad: la formación del hombre armónico que desarrolla en plenitud el espíritu y el cuerpo, la razón, el sentimiento, la voluntad, el carácter, el sentido estético y moral de la vida, el adiestramiento manual, el cultivo de los oficios, etc. Nada puede quedar fuera de la educación del niño, puesto que se intenta lograr una personalidad armoniosamente integrada.

El cuarto principio exige la educación del alumno en libertad. Además de la libertad de cátedra del profesor, Giner exige también el derecho a la libertad desde la esfera del alumno como consecuencia lógica del principio de la educación activa. De él se sigue la desaparición de imposiciones o métodos coercitivos como el castigo y una responsabilidad sobre sus propios actos que convierte al alumno en adulto, aunque tenga siete, diez o quince años.

La educación neutra es el quinto principio. La Institución no podía ser una escuela de propaganda, por lo que debía mantenerse ajena a los particularismos religiosos, filosóficos y políticos. Desde sus mismos inicios, la Institución defendió siempre la secularización de la enseñanza. El niño debía ser educado en un ambiente de tolerancia fuera de la confesionalidad de cualquier religión positiva, teniendo cuidado para no caer en un sectarismo mucho mayor que el que se pretendía combatir.

En sexto lugar el principio de escuela unificada. La escuela unificada defendía la educación como un proceso gradual y total, no como diversas etapas a las que corresponden contenidos distintos. Con el sistema de enseñanza cíclica o educación general, los institucionistas defendían la no separación entre el periodo de párvulos, la primera y la segunda enseñanza, y la consideración de este conjunto como un bloque indiviso, y no como tres estadios diferentes del proceso educativo.

El séptimo principio era el principio de coeducación, otra de las novedades institucionistas frente a la enseñanza tradicional, para la cual la educación conjunta de niños y niñas era antimoral, antihigiénica y contra la naturaleza. Para Giner, sin embargo, el objetivo krausista de la educación de la mujer y de su elevación social sólo podía conseguirse a través de la coeducación. La escuela mixta había de comenzar en el parvulario, extendiéndose luego desde él a todos los grados superiores de la enseñanza.

Finalmente estaba el principio de la colaboración de la familia en la educación. La Institución no se presentaba como alternativa a la educación del niño en el seno de la insustituible vida familiar, el sagrado e inviolable asilo de las intimidades personales” según Giner, sino más bien como complemento. Por ello no era partidaria del régimen de internado.

Estos principios conllevaban una gran cantidad de consecuencias lógicas, como el rechazo total a los exámenes, que favorecen el sistema memorístico y crean una falsa competitividad, la supresión de los libros de texto, que obligan al alumno a seguir una orientación determinada, la limitación del número de alumnos por aula para que la labor del profesor sea más efectiva, etc.
La Institución Libre de Enseñanza supuso una profunda renovación de la pedagogía en España, hasta entonces patrimonio casi exclusivo de la Iglesia, al recoger las experiencias más progresistas que tenían lugar en Europa. La Institución Libre de Enseñanza, cuyo objetivo era la transformación de España a través de la educación, tuvo una gran influencia en la sociedad española, siendo el germen de otras instituciones de carácter pedagógico que tan profunda huella han dejado en nuestra historia reciente. Así, la Institución inspiró u organizó una serie de centros privados o públicos que habrían de poner en práctica las ideas pedagógicas de Giner. Así, el Museo Pedagógico Nacional (1882); la Corporación de Antiguos Alumnos de la Institución Libre de Enseñanza (1892); las Colonias escolares de verano (1894); las Conferencias escolares; las Asambleas de maestros (1895); las Exposiciones escolares (1895); la Extensión Universitaria; el Ministerio de Instrucción Pública (1901); el Instituto de Reformas Sociales (1903); la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907); la Residencia de Estudiantes (1910); el Centro de Estudios Históricos (1910); el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales (1910); la Dirección General de Primera Enseñanza (1911); la Fundación Giner de los Ríos (1915); el Instituto-Escuela (1918); las Misiones pedagógicas (1931); las Universidades populares, etc.; algunas de las cuales pasaremos a comentar en epígrafes siguientes.

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