¿Hasta qué punto Internet ha democratizado la información?

La popularización de las redes sociales y, sobre todo, la eclosión del 15-M, que se apoyó en Internet como núcleo comunicativo, ha despertado una especie de euforia en lo que a la democratización de la información y los medios de comunicación se refiere.

Por Eduardo Muriel en La Marea





Se ha creado la percepción de que es posible enviar mensajes a la gran mayoría de la población con los esfuerzos propios, trabajando una estrategia de comunicación en redes sociales e Internet y ganando progresivamente “seguidores”. Pero, ¿hasta qué punto es eso cierto? ¿Ha abierto Internet realmente una brecha ciudadana ante los oligopolios comunicativos para favorecer la democratización del espacio mediático?
Veamos los datos. Según el INE, poco más del 61% de los españoles usa Internet al menos una vez por semana, es decir, la sociedad está lejos de encontrarse conectada en su totalidad y mucho menos de forma diaria. Twitter tiene 5 millones de usuarios registrados en España, lo que no quiere decir que usen esta red de forma cotidiana. Facebook tiene 18 millones, aunque no se usa con el objetivo de informarse.
Entonces, ¿cuál es el medio que lanza mayoritariamente mensajes informativos a la gran mayoría de la población española? Sin duda, sigue siendo el de siempre: la televisión. Los datos son abrumadores: según el último EGM, cerca del 90% de la población ve la televisión diariamente, es decir, aproximadamente 35 millones de españoles.
La web de El País tiene 4’5 millones de lectores únicos al mes, que son contabilizados con que sólo entren una vez en 30 días a ver sólo una noticia. En cambio, el Telediario de TVE tiene 2’2 millones de espectadores cada día, el de Antena 3 tiene 1’8, Noticias Cuatro tiene 1’6, Informativos Telecinco tiene 2’5 (a fecha de 14 de octubre).
Además, según los datos del Barómetro de Opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de mayo de este año, el 58’8% de los españoles prefiere informarse a través de la televisión. El segundo medio sería la radio, a mucha distancia, con un 13’7%, seguido por los periódicos digitales (11’9%) y en papel (9%). Los blogs o las redes sociales sólo son usados con la finalidad de informarse por un 6% y un 3’6% de los ciudadanos, respectivamente.
En conclusión, la gran mayoría de los ciudadanos recibe su información cotidiana mayoritariamente de un sólo medio, a partir de la que luego formará sus opiniones y llevará a cabo acciones (desde las cotidianas hasta la más evidente, votar cada cuatro años).

La TV, un medio cerrado

Ante esto, el mayor problema es que la TV es lo más opuesto a Internet que se pueda concebir. Normalmente, el concepto de este medio es autoritario, programado verticalmente, con la parrilla decidida exclusivamente por el emisor, sin que su ritmo informativo deje mucho tiempo a la reflexión.
Si nos adentramos en su estructura empresarial, vemos que también es inaccesible al ciudadano. Un grupo de personas podrá montar una web informativa, pero a duras penas una televisión con un mínimo de calidad y capacidad de coberturas, sin ingentes cantidades de capital. La televisión es, en suma, un entorno mediático dominado por los oligopolios.
Por tanto, ¿en manos de quién está la información en España? Pese a los muchos avances que ha experimentado Internet en los últimos años, ésta sigue estando, con mucha diferencia, del lado de una oligarquía muy reducida, y, en este momento concreto, del neoliberalismo más acusado. La televisión pública fue convenientemente depurada por el PP al llegar al Gobierno. Antena 3 y La Sexta están en manos de la familia Lara. Telecinco y Cuatro son propiedad de Mediaset, también afín al Gobierno.
Pensar en cómo democratizar el espacio televisivo es, por tanto, una tarea fundamental de todos. ¿Crear nuestras televisiones? ¿Defender una TV pública independiente y de calidad? ¿Una ley de medios democrática que defienda las iniciativas comunitarias y públicas? La respuesta está aún por definir. Sin embargo, lo más importante en el futuro inmediato, precisamente para obrar en consecuencia, es no sobrestimar el alcance de Internet.

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