'Comunes' contra y más allá del capitalismo

El tema de los commons, generalmente traducidos al español como bienes comunes, evoca un imaginario potente, una idea atractiva de un vínculo activo contra el aislamiento y el individualismo cada vez más exacerbados en la actualidad. 
Por NC | comitedisperso


Sin embargo, ahora ha llegado a una peligrosa transversalidad, y representa un terreno muy resbaladizo, en el que se han afirmado perspectivas muy diferentes (hasta llegar a Italia a formar parte de las campañas de la CGIL y el Pd [el sindicato mayoritario y el partido de centro-izquierda en Italia respectivamente, ndt.] que hablaron del Trabajo y de Italia como bienes comunes…).

Es interesante reconstruir una genealogía de cómo el discurso sobre loscommons se está consolidando a escala planetaria en las últimas dos décadas. Para ello se propone el informe de un encuentro celebrado en ’16 Beaver’, un espacio del movimiento situado en el sur de Manhattan. Un lugar creado como sede de grupos artísticos en 1998, y transformado tras Occupy. La cercanía con Zuccotti Park hizo que este espacio fuese muy atravesado por los activistas del movimiento, y ahora alberga un completo calendario de iniciativas y debates. El 26 de marzo, se celebró una reunión conSilvia Federici [militante histórica del feminismo autónomo y autora de "Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria" y el reciente "Revolución en punto cero", traducido al español y publicado por Traficantes de Sueños] y George Caffentzis [filósofo del llamado marxismo autonomista] cuyos textos se publican en EE UU por la editorial independiente Autonomedia. Los dos autores, que son también parte del colectivo Midnight Notes [cuya última obra "Promossory Notes – From Crisis to Commons" en 2009 es sin duda uno de los mejores textos para una lectura política de la crisis actual], han entrado en una discusión de su reciente publicación, Commons against and beyond capitalism, que saldrá este otoño en la revista radical canadiense Upping the anti.
“… sin la práctica de la reapropiación de los recursos, loscommons terminan siendo sólo una forma de redistribución de la pobreza…”
Caffentzis abrió el debate con un breve fondo histórico. En 1989, en Nueva York, se pueden encontrar una serie de compañeras y compañeros que diez años antes había dado a luz al proyecto colectivo Midnight Notes. Durante los años ochenta, muchos de ellos habían viajado por el mundo, pudiendo tocar con la mano la aparición de los efectos del establecimiento del neoliberalismo global. La comparación entre estas experiencias realizadas principalmente en Asia, África y América del Sur, produjo una importante publicación, en 1990, The new enclosures [Los nuevos cercamientos, PDF en inglés].
En este documento colectivo se preguntaba cómo dar una lectura de los Planes de las políticas de ajuste estructural y la liquidación de la deuda (que hoy en día, vueltas de la historia, conocemos bien en Europa), a través de los cuales el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional estaban saqueando grandes áreas del planeta. Una lectura que pudiese proporcionar una descripción alternativa a las vigentes, capaz de mostrar las luchas en curso. Esto se desarrolló a través del uso de las páginas de El Capital de Marx, en el que se describe la “llamada acumulación primitiva.” Un proceso que los autores encontraron apto y oportuno para comprender los procesos que tienen lugar a escala global, que se definen en términos generales como una repetición de la dinámica descrita por Marx como un ataque a los commons. Estos, entendidos como formas de producción comunitaria, eran el verdadero objetivo de las políticas de las instituciones y del renovado capital global.
En el mismo año, sin embargo, sale otro libro que trata el tema de los commons, elaborado por la economista estadounidense Elinor Ostrom: Governing the Commons: The Evolution of Institutions for Collective Action. Esta producción teórica de corte académico, que ha tenido un cierto éxito hasta hoy en día (al facilitar la formación de “The International Association for the Study of the Commons – The leading professional association dedicated to the commons”), presenta un análisis extremadamente diferente y en contraste con la que ha sido desarrollada por Midnight Notes. Mientras que éstos últimos ven a los bienes comunes no sólo como objetos bajo ataque sino también como posibles elementos para la lucha anticapitalista, Ostrom los enmarca sustancialmente en un marco de transformación legal, presentándolos como una especie de tercera vía entre los sectores público y privado interna al sistema capitalista. En sus estudios sobre África, por ejemplo, ella afirma que el common managment funciona mejor económicamente que la vía privada indicada por el Banco Mundial.
Federici entra en la discusión al mostrar cómo, incluso dentro de un lenguaje similar, sin embargo se insertan dos perspectivas radicalmente diferentes. En la actualidad además, señalan los autores, el capitalismo requiere de algún tipo de commonism como un freno a sus problemas internos de reproducción. Es decir, que los dos ven como necesario relanzar un discurso sobre los commons que en su lugar, los mire como base por la resistencia y transformación del presente. Se habló también de cómo, incluso cuando el tema de los commons está practicado dentro de contextos anti-capitalistas, a menudo se ha determinado una dimensión problemática cuando estos se viven como embriones ya constituidos de una sociedad por venir. De hecho, esto lleva a tematizar la posibilidad de islas felices ilusorias, una especie de reverso especular de las gated community (comunidad cerrada), mientras por desgracia en nuestro presente la mejora individual es difícil si no se hace a costa de los demás.
Actualizando los análisis de los primeros años noventa, Caffentzis retoma el hilo y muchas hipótesis de entonces parecen confirmarse. Por un lado, el hecho que por el capital los lugares son cada vez más indiferentes, por el otro este nuevo y continuo repetirse de la dinámica de la acumulación primitiva. Se puntualiza cómo ésta no tiene que ser leída de manera superficial como la apropiación de las tierras comunales. El objetivo de esta forma de acumulación son de hecho las personas, o más bien la separación de ellas de la tierra (pero lo mismo pasa con los océanos, los bosques, hasta llegar hoy en día a la información). De hecho, esta dinámica produce una enorme masa de fuerza de trabajo, lo que no por casualidad ha determinado un enorme aumento del mercado del trabajo a escala global en los últimos años. Entonces, el fin es la producción de fuerza de trabajo, no de la apropiación privada de la tierra.
Federici interviene argumentando que la crisis actual ha mostrado como respecto al Mercado y al Estado existe la creciente determinación a no conceder más recursos a nadie, como se manifiesta en los continuos recortes a la educación, a la salud, etc… Esto lleva a la necesidad de reconstruir las formas de solidaridad, un tejido social, un poder de base que pueda funcionar efectivamente como un contrapoder respecto a este ataque muy violento a las condiciones de vida. Esto se refiere a las formas de organización social, de solidaridad generalizada, que después de los años setenta (en los EE UU) han sido totalmente destruidas. La referencia son los barrios obreros extirpados por los desalojos y la gentrificación, donde las formas comunitarias de apoyo mutuo garantizaban una base de poder, una condición previa necesaria para repensar hoy. En este contexto, el tema de los commons debe ser visto como una forma de nueva colectivización contra la individualización radical de la producción. Y dentro de la completa crisis de los servicios sociales, se abren espacios de posibilidad para pensar los commons como un poder trasformador, como una forma de conexión social y creación de nuevos modos de producción y reproducción.
Caffentzis señala que su teoría de los bienes comunes implica verlos como una multiplicidad, es decir, pensar juntos la necesidad de recursos, prácticas de resistencia y la experimentación y anticipación de las nuevas formas sociales. Si no se hace esto, el riesgo es que el discurso sobre los commons se convierta en una retórica del gobierno que apunta a reducir aún más las prestaciones del sector público.Algo que de alguna manera se produjo en Inglaterra, donde la propuesta de Cameron de la Big Society se basa esencialmente en la idea de la capacidad de las comunidades de satisfacer de manera autónoma a sus propias necesidades con el fin de restar recursos adicionales. Federici hace hincapié, por lo tanto, en que los bienes comunes deben ser necesariamente una base para la reivindicación de los recursos. El mutualismo sin duda puede ser una base, pero sin la práctica de la reapropiación de los recursos, los commons terminan siendo sólo una forma de redistribución de la pobreza.
Después de una serie de preguntas e intervenciones toma la palabra Caffentzis, señalando que el tema de los commons ha tenido, mucho antes que los escritos de Midnight Notes, un ataque radical. Este fue producido por James Garret Hardin, ecologista estadunidense para un famoso ensayo en 1968 llamado La tragedia de los comunes. Basado en el famoso“dilema del prisionero”, una paradoja desarrollada por Albert Tucker en el contexto de lateoría de juegos [para explicaciones se puede buscar en Wikipedia], el artículo quería mostrar cómo los commons estaban inevitablemente condenados al fracaso. Caffentzis elabora una crítica tanto empírica y teórica al texto de Hardin, a través de una deconstrucción que muestra cómo el error de fondo de este enfoque esté en la coincidencia de la idea de commons con la de open access (acceso abierto). Este último concepto prevé esencialmente un “espacio” vacío de acceso del cual todos pueden servirse libremente. En cambio, los bienes comunes son el producto de mundos históricos y culturales, implican también una práctica de commoning, o sea de una red de relaciones, las formas de intercomunicación [mientras que la paradoja de Ticker está basada en la incomunicabilidad], las normas de gestión, etc., que no se definen exactamente como áreas de libre acceso en cuanto vacías, sino como un terreno denso de relaciones en el cual están implícitas las formas de reciprocidad. Es decir, que no son objetos que pueden ser apropiados. Por lo tanto, también en este aspecto se hace evidente lo resbaladizo de la temática de los commons y su posible uso ideológico en diferentes direcciones. No es extraño que Ostrom también critique a Hardin, sin embargo lo hace dentro de una perspectiva que tiende a conducir a una defensa en forma de cierre de loscommons, enmarcarlos como dimensiones que a menudo llevan a las gated communites[urbanizaciones cerradas] o incluso a la idea aplicada en Europa de la restricción de las migraciones.
Federici se conecta a este debate mediante la articulación de un razonamiento sobre el espacio (público). Si por un lado su constante y progresiva sustracción/erosión (ejemplar en Nueva York, pero por ejemplo también se encuentran en las playas de Italia) es evidente, hay que tener cuidado de no superponer simplistamente el tema del espacio público (y el público más en general) a los commons. Estos, en cuanto multidimensionales, también incluyen el espacio, pero una relación inextricable a las relaciones sociales que se desarrollan en él, que son las más importantes. De hecho, a la pregunta si el planeta Tierra puede ser considerada como un commons, la respuesta es un no categórico. Sin formas de lucha, la fuente misma de la creación de los bienes comunes y la conexión entre las personas y factor determinante de nuevas relaciones, un enfoque que enmarca el planeta como un común, termina inevitablemente en hacer de puente con el tipo de discurso a las Naciones Unidas.
Caffentzis subraya que donde se definieran procesos de world wide struggle (conflicto a escala mundial, ndt.), que condujeran a una comunidad de la humanidad, se podría pensar en estos términos. No caben dudas que esto no se corresponde con el panorama actual. Toman el ejemplo de algunos economistas californianos que han hecho recientemente una estimación del valor total de la Tierra (47 billones de dólares), y de cómo evidentemente  frente a estos enfoques, o a la voluntad general capitalista de querer privatizar el planeta, se pondría responder con el argumento de que la Tierra pertenece a todos. Y sin embargo en este contra-argumento se encuentra un gran riesgo. Si, de hecho, el tema de los commons no se sitúa en lugares y contextos específicos, en relaciones determinadas, eso termina involuntariamente por legitimar las retóricas a través del cuales las instituciones globales expropian las poblaciones de todo el mundo. Se toma el ejemplo de la Amazonia. Si somos todas dueñas del Mundo y los bosques amazónicos son un bien común de la humanidad, una propiedad en la que cada uno puede decidir, entonces se convierte en legítimo que se echen a las poblaciones que en este momento habitan estos lugares para evitar que consuman los recursos. En esta aparente paradoja, se muestra como una lógica de la propiedad colectiva de la tierra por parte de una supuesta humanidad conduzca a la expropiación directa de las comunidades concretas que habitan el planeta. La idea misma de la humanidad es hoy en realidad una herramienta en las manos del enemigo.
El encuentro concluye con una discusión sobre la importancia y los límites de Occupy Wall Street por entender el vivir en la plaza ocupada como una experimentación de una práctica de los comunes, en la necesidad de pensar a una capacidad de reproducción de los movimientos que, por lo tanto, más allá de las formas molares (como por ejemplo las marchas) puedan tener dimensiones moleculares de reproducción de la vida. Finalmente se sugiere la lectura del libro Bolo'bolo de p.m., en el cual el autor anticipa, en clave de novela, una sociedad de los commons y en la que discute cómo ésta debe ser considerada no como un conjunto de comunidades cerradas (un poco como las Naciones Unidas), sino como una circulación continua e intercambio.

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