Mi pastilla verde


Durante estos tres años, muchas veces lo he dicho cuando me han preguntado, “me había olvidado de que yo también tenía un caso”, me había convertido en una más, sin más, olvidándome de porqué había venido la primera vez, incluso muchas veces me olvidé, de en quién me había convertido esos últimos años. Ahora vivo en un mundo distinto, de conocimiento de los cientos de colectivos en lucha, de vuelta a las manis, de cánticos, de acciones, de apoyo a otras luchas, de unidad popular, de nuevas experiencias, de decisiones arriesgadas, y de no poder dejar pasar una injusticia.





Un buen día, después de dos años de noches sin dormir y de días eternos en los que no encontraba la salida a nada, decidí, como había hecho muchas otras veces en todo este tiempo, probar una alternativa más. Había escuchado en la tele, que existían muchas pahs por la zona, sobretodo en Cataluña, que estaban ayudando a la gente a salir de situaciones complicadas con su vivienda. Para que nos vamos a engañar; no sabía mucho más; vivía en mi mundo desde hacía ya unos años, y no me había molestado en mirar a mi alrededor, como antes hacía, y ver la vida. “Demasiadas cosas en la cabeza tenía yo como para ponerme a mirar como va este mundo de locos”, pensaba.

Decidí buscar por internet la dirección de la pah de mi ciudad. “Es una ciudad grande, así que debe tener una pah importante, con abogados de calidad, que me dirán qué tengo que hacer para conseguir que ese banquero que lleva un año resistiéndose a darme la dación (sí, yo ya sabía lo que era una dación), me la dé de una vez, y pueda volver a respirar, un poco más tranquila”.

Para mi sorpresa, el primer día que llegué al lugar de reunión de “esa gente”, ese lugar estaba ocupado por otras personas, y la pah había tenido que hacer una asamblea exprés en la misma calle, en la que hablaron de lo más importante durante esa semana. Tendría que esperarme una semana más, para que esos abogados se pudieran mirar mis papeles, y decirme que tendría que hacer. “No sé si me pedirán dinero, pero creo que tendremos que buscarnos la vida y pagarlo, viendo lo que he visto hoy”.  Durante esa semana, a pesar de recibir decenas de llamadas de reclamaciones, y de no tener una salida que desbloqueara esa situación, mi cabeza no podía dejar de pensar en la cara de felicidad de aquella familia, que había firmado su dación, después de mucho tiempo. Una pareja con una hija joven, que lloraba mucho, y no paraban de gritar y dar las gracias a todo el mundo. El resto de personas que allí habían les daban abrazos como si fueran familia, y besos, y más abrazos, y gritaban como locos el sí se puede de la tele. Me pareció más que significativo que aquellos  que yo pensaba “abogados sin ánimo de lucro”, se emocionaran tanto con una familia. “Deben de ser unos de los suyos, familia o algo así” le relaté a mi pareja después.

La siguiente semana, parecía que ya era una asamblea normal, a pesar de que por lo que decían, se iban de vacaciones todo el mes de agosto. “No sé de qué tienen que descansar si quedan un rato una vez a la semana, tampoco es para tanto. No sé, debe ser que no viene mucha gente a asesorarse en agosto”.

Ese día, me hicieron entrar en una sala, con muchos más que decían que eran nuevos, y nos explicaron cual era el proceso hipotecario, sus tiempos y también otras derivadas de las problemáticas de vivienda. Había mucha gente sentada alrededor de esas mesas. Todos nos veíamos las caras, y nos mirábamos con vergüenza. Yo, cuanto más iba avanzando la explicación, cuanta más gente hablaba de su caso, cuanto más escuchaba, más avergonzada me sentía. Había gente allí, que no tenía donde vivir en dos semanas, gente con hijos que no tenían una alternativa a su vivienda, ni comida para esa misma semana, (sí, yo tenía una hija, que estaba en casa con su padre, a la que jamás le había faltado nada).

Cuanto más escuchaba, durante esa hora y media, que se me hizo eterna, más disminuía la sensación de estar perdiendo el tiempo “donde están esos abogados que se tienen que mirar mis papeles”, y más culpable me sentía por quejarme de una situación que, ni mucho menos era tan difícil como la de la gente que allí conocí.

Cuando me tocó hablar, después de mucho esperar, esa chica que llevaba una hora hablando, explicándonos legalidades y animándonos, me miró a la cara y me preguntó que tipo de caso tenía yo. En ese momento, me di cuenta de que llevaba llorando desde el minuto uno, y que me era imposible articular palabra. “Respira Sandra, esta gente no te conoce, coge aire y explícate”.

Mi primer día completo en la Pah de Sabadell, fue toda una aventura, y llegué a casa dolorida, de tanto llorar, bastante insegura, pues no sabía por dónde tirar, pero con una cosa muy clara, no podía mantener apagado el mundo que me rodeaba, como aquel que apaga la tele, tenía que abrir los ojos, y comenzar de nuevo, a preocuparme de algo más que no fuera mi familia, mi empresa familiar, mi piso familiar, mi hija, su futuro y el nuestro. Hacía años que no salía de ese círculo, y necesitaba volver a conectar con mi persona, con lo que siempre había sido.

Había venido destrozada, pero salía de esa sala, odiándome por ser tan egoísta y no haber visto lo que pasaba a mí alrededor mucho antes. Sintiéndome culpable por no haberme dado cuenta antes de la estafa enorme en la que había caído y a la que había contribuido. Y, lo más importante, salí de ahí con fuerzas como para volver a empezar, para aflorar de donde quisiera que estuviera metida este tiempo oscuro, y hacerme valer.

De ese día han pasado ya tres años. Tres años en los que no he parado de abrir los ojos, aprender, mirar, buscar, conocer y experimentar. En los que he descubierto que no necesitamos cien abogados para asesorarnos, que lo que necesitamos es quitarnos esa losa enorme que es la culpabilidad, salir a la calle con la cabeza bien alta, pensar, luchar, abrir nuestra mente, ser tolerantes, conocer y conocer y conocer y no dejar de levantarnos cada mañana, con fuerzas renovadas. Y lo más importante, que cuando llega esa mañana (porque llega) en la que parece que te faltan las fuerzas, solo tienes que destaparte los ojos, y mirar a tu alrededor, porque siempre hay alguien que te está observando, a quien antes o después ayudaste a levantarse, quien cree en la humanidad y en las segundas, terceras y octavas oportunidades, y a quien ese día, le toca levantarte a ti…

Tres años ya, de vinculación con gente tan especial, que acaban haciéndote especial a ti también. De decisiones y nuevas experiencias, de conocer y crear poder popular, de orgullo de clase, de orgullo de familia, de orgullo de gente.

He experimentado tanto con este colectivo, ocupaciones de entidades bancarias, apoyo mutuo, risas, llantos, más llantos, peleas, abrazos, muchos abrazos, 18 días de “colonias” en un BBVA que me hicieron conocer más si cabe a esa gente maravillosa que cada día se levanta a parar un desahucio, a ocupar una oficina, a organizar una acción, a pintar pancartas, a acompañar a una familia a servicios sociales, a telefonear al regidor de turno que toque y gritarle por una injusticia, a recoger comida para quien lo necesita, a organizar talleres y tantas otras acciones invisibles, de personas imprescindibles (como bien dice alguien muy grande).

He conocido a personas que se han convertido en parte de mi familia, sí, esa chica que el primer día, con su explicación, me hizo llorar tanto, compartió conmigo su boda, el nacimiento de su hijo, sus penas y sus alegrías, y aquel que salía en los diarios, es como mi hermano, y aquella que lloraba alguna semana después, en su primer día, se convirtió en mi confidente, y tantas y tantas más. Personas que no han necesitado juzgarme por mis faltas, porque han preferido conocerme, confiar en mí y contar conmigo.

Durante estos tres años, muchas veces lo he dicho cuando me han preguntado, “me había olvidado de que yo también tenía un caso”, me había convertido en una más, sin más, olvidándome de porqué había venido la primera vez, incluso muchas veces me olvidé, de en quién me había convertido esos últimos años. Ahora vivo en un mundo distinto, de conocimiento de los cientos de colectivos en lucha, de vuelta a las manis, de cánticos, de acciones, de apoyo a otras luchas, de unidad popular, de nuevas experiencias, de decisiones arriesgadas, y de no poder dejar pasar una injusticia.

Vivo en el mundo en el que, cuando fui más joven, quería vivir.

Cuando mi padre, asesorándome sobre qué estudiar, me decía que no podría desconectar si estudiaba ayuda social o similar, y que eso me haría daño, porque era una persona muy sensible. Pobre, mi padre, que viene de familia humilde, y ha creado una familia más humilde todavía, a la que intenta constantemente, darnos lo mejor, estudios, dinero, trabajos, coches, y muchas veces, no le sale tan bien como querría. No se ha dado cuenta de que lo mejor ya lo tenemos, que es a él y a mi madre, que nos han enseñado estos valores, que NO nos permiten mirar hacia otro lado, que nos exigen organizarnos, luchar, aprender y sobretodo, ser felices y transmitirlo, tengamos lo que tengamos.

Ayer, cuando por fin pude anunciar, en asamblea,  que el banco se ha rendido, que (la verdad es que con muy poco insistir pero con mucha paciencia) por fin me han retirado esa deuda que me quedaba después de que se hubieran quedado con mi vivienda;  me acordé de él, y de mi madre, de cuando ellos, muy jóvenes (como muchos otros), pasaron en muchas ocasiones, problemas habitacionales, y no tuvieron donde acudir.

Esa tristeza, ese sentimiento de pena porque no pudieron disfrutar de un colectivo tan enorme como este, me hace reafirmarme en mi idea (que muchas veces comento con compañeros cuando dicen que ojalá haya un día en el que no tenga que existir la pah) de que la Pah ha venido para quedarse, y de que siempre habrá alguien que nos necesite, y a quien necesitemos para seguir viendo la realidad de este mundo, y no la que nos venden. Por eso, mi agradecimiento a todos y cada uno de los que se han cruzado en mi vida todo este tiempo, se seguirá materializando en una acción clara, estar ahí, y que NO deje de existir esa “pastilla verde” que nos ha hecho a muchas comenzar a vivir.

Gracias por todo y, como siempre, seguim!!!

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