La política de lo comunitario

Guillermo Valenzuela | @llermo | ElDiario.es Aragón. La política es un concepto siempre en disputa. Su definición no puede ser neutra sino que es en sí misma ya también política. Desde un punto de vista emancipador, la política no puede reducirse a decisiones individuales -aunque necesariamente las incluya- y tampoco se puede asimilar a una carrera profesional o un trabajo especializado en un ámbito encerrado. Más bien es un deseo colectivo que activa a los individuos en una empresa común, una voluntad transversal de mejorar las condiciones de vida de las personas más allá del entorno inmediato de cada uno/a. 


Así, la política hoy sería fundamentalmente la búsqueda consciente de evitar, a través de la proposición y puesta en marcha de nuevas formas colectivas de vivir y de luchar, la catástrofe hacia la que se dirige el planeta dirigido por unas élites cada vez más poderosas y cada vez más peligrosas y a las que cada vez es más difícil poner límites desde cualquier instancia institucional, las pocas veces que se intenta. 

Este concepción choca con el concepto de política al que estamos habituados/as, que tiene más que ver con el desarrollo de capacidades políticas individuales, de formase una opinión personal sobre las cuestiones públicas que se debaten y de ser capaz de comunicarlas con algún nivel de virtuosidad.

Rita Laura Segato es una antropóloga feminista argentina, autora de varios libros, entre ellos La guerra contra las mujeres, que acaba de publicar. Rita estuvo la semana pasada en el Centro de Historias dando una charla organizada por Nociones Comunes Zaragoza para presentar ese último libro.

En esta charla Rita afirmaba que en el mundo hay dos proyectos históricos antagonistas, lo que ella en sus textos llama dos metas de felicidad. Por un lado está el proyecto que se dirige al mundo de las cosas, que coloca las cosas, los objetos, las mercancías, en el centro de la vida. Éste es es el proyecto del Capital, del Capitalismo y tiene una serie de implicaciones que todos/as podemos identificar porque vivimos con ellas, como son la competitividad, el cálculo del coste-beneficio o la acumulación y consiguiente concentración de riqueza. Este proyecto, para el que el patriarcado es un elemento fundamental, tiene otra consecuencia importante y es que crea individuos, ciudadanos/as, las personas aisladas y vulnerables que somos en la actualidad.

El otro proyecto histórico, la otra meta de felicidad es la que pone en el centro de la vida los vínculos, las comunidades. En este proyecto lo central son los amores, las/os vecinas/os, las relaciones, los vínculos, lo comunitario. Decía Rita que este proyecto, que estaría actualmente defendido por los movimientos feministas, agregaría a los tres motivos principales de la Revolución francesa- Libertad, Igualdad y Fraternidad-, un cuarto que sería el del arraigo comunitario. Aquí, por lo tanto, lo central no son los objetos, sino la construcción de vínculos que producen comunidades y no individuos.

De esta forma, lo que tenemos hoy es un entre-mundos. Una vida anfibia entre estos dos proyectos antagonistas, entre los que, inevitablemente, hay que elegir.

No se trata de idealizar la vida comunitaria. En muchas comunidades hay desigualdades de género y machismos, pero son, afirma Rita, de menor intensidad. En ellas no tienen lugar los feminicidios que estamos viendo darse cada vez más en la grandes ciudades. Ni tampoco se trata de renunciar a todos los progresos de igualdad y de derechos que ha traído la modernidad y que ahora lamentablemente están en retroceso.

Sin embargo, si queremos hoy hacer política emancipadora e intentar cambiar el rumbo de la Historia, es necesario luchar contra este mundo de unos pocos dueños, apostando por el proyecto político de lo común, de los vínculos, de lo relacional y lo comunitario. Para ello, volviendo al concepto de política, es necesario redefinir la política, “domesticándola”, es decir, recuperando las formas de politicidad que las mujeres tuvieron en el mundo precolonial y que el proyecto histórico del Capital ha expulsado de lo político y lo estatal y ha condenado al mundo de lo íntimo y lo privado.

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